El Evangelio del domingo.


El Evangelio del domingo
Domingo 5º de Cuaresma
Domingo 25 de marzo de 2012

Evangelio según san Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?" Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que no tiene pecado, que le tire la primera piedra." E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."

Comentario

En el evangelio de hoy aprendemos a ver como es el juicio de Jesús ante el pecado. Él que es el Justo no condena; en cambio quienes son pecadores ante el pecado dictan sentencia de muerte. Jesús ha venido a salvar lo que está perdido. “Mírese cada uno a sí mismo, entre en su interior y póngase en presencia del tribunal de su corazón y de su conciencia, y se verá obligado a confesarse pecador” (San Agustín).
Jesús manifiesta la misericordia infinita de Dios, esa misericordia nos ha de mover siempre a la compasión de quienes cometen pecado, porque también nosotros somos pecadores y necesitamos el perdón de Dios. Este perdón se lleva a cabo en el sacramento de la confesión, no basta con el arrepentimiento necesitamos manifestar nuestro pecado ante Dios y la Iglesia, a quienes hemos ofendido, presente en el sacerdote que pronuncia sobre nosotros las palabras de la absolución.
“Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.", concluye el texto. San Agustín comenta: “Señor, ¿qué es esto? ¿Favoreces tú a los pecadores? Claro que no. Mira lo que sigue: Vete y desde ahora no peques más. Por tanto, el Señor dio sentencia de condenación contra el pecado, pero no contra la mujer” (In Ioann. Evang., 33, 6).
El Señor detesta el pecado, pero ama al pecador y quiere hacerlo participe de su vida. Nosotros hemos de reconocer nuestros pecados –importancia del examen de conciencia- y detestarlos; pero sobre todo hemos de aprender a pedir perdón, no podemos cohonestar con el pecado. “Anda, y en adelante no peques más”, nos dice el Señor. El siempre nos perdona; pero nos pide fidelidad a su voluntad. Conoce nuestros buenos deseos, y está dispuesto siempre a ayudarnos en nuestra lucha por la santidad; el sabe que habrá victorias y derrotas, y siempre nos ofrece su mano para que no desmayemos en el combate que hemos de mantener para ser sus hijos. Formidable propósito fruto de este tiempo de cuaresma: reconocer nuestros pecados y confesarlos; ha sido Benedicto XVI quien una vez más el domingo pasado recomendaba a todos los cristianos la confesión frecuente.
En la lucha por la santidad contamos siempre con la Virgen, ella es modelo de santidad, de ella tenemos que aprender.

Manuel Gordillo Cañas
Párroco de San Roque – Sevilla