María Stma. de la Sierra, 12 de junio de 2012.


El Evangelio del domingo.

El Evangelio del domingo
Domingo 11 del Tiempo Ordinario
Domingo 17 de junio de 2012

Evangelio según San Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud:
“El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Comentario:

Hay que preparar bien el terreno para la siembra, pero una vez realizada esa labor hay que esperar hasta la siega. El grano sembrado se desarrolla por su propia fuerza.
La predicación de la Palabra de Dios es la semilla –el grano- generosamente esparcido, va a crecer no por quien lo ha esparcido y cuidado todo sucederá “sin que él [quien sembró] sepa cómo”.
Se indica así la acción de la gracia en cada alma: Dios opera una acción silenciosa, una resolución de transformación, de la fidelidad, de correspondencia… a lo largo de las pequeñas cosas de la vida diaria hasta llevarnos a la edad “perfecta” (Cf. Ef 4,13) dejando que sea Dios quien actúa, es la silenciosa acción del Espíritu Santo que derrama el amor de Dios en el corazón del hombre.
Del pequeño esfuerzo del hombre por corresponder a la grandeza de la acción divina viene el fruto grande, en la historia de la Iglesia hemos visto como de la fidelidad en lo pequeño al Señor, surge el seguimiento de Dios por una muchedumbre inmensa “que nadie podrá contar” (Ap 7,9).
Lo mismo sucede en la vida de quien desea dejarse transformar por la acción de Dios: “El justo de multiplicará como el cedro del Líbano” (Sal 92,13). Pero para que brille la misericordia del Señor que nos exalta es preciso que nos encuentre pequeños, humildes, “porque todo el que se ensalza será humillado y todo el que se humilla será ensalzado” (Lc 18-14).
Por eso en el salmo responsorial hemos rezado:

“Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad.

El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano;
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios.

En la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.” (Sal 91,2-3. 13-14. 15-16)

Con la Virgen María queremos permanecer en acción de gracias por las maravillas que el Señor nos ofrece cada día.

Manuel Gordillo Cañas
Párroco de San Roque – Sevilla

El Evangelio del domingo.

El Evangelio del domingo
Solemnidad del Corpus Christi
Domingo 10 de junio de 2012

Evangelio según san Lucas 9, 11b-17

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle:
- «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.»
Él les contestó: - «Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron: - «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos: - «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

Comentario:

El pasado domingo la liturgia nos ponía ante la grandeza del misterio de la Santísima Trinidad al que hemos sido incorporados por el Bautismo. ¡Insertados en la vida del Hijo, y por la acción del Espíritu Santo hemos sido hechos hijos de Dios!
Ahora se trata de desarrollar el don de la filiación divina, ¿cómo podemos hacerlo?: “Por nuestro Señor Jesucristo…”, al que nos adherimos por la Eucaristía: “el que come mi carne tiene mi vida en él, nos ha enseñado. Desde él podemos vivir la nueva vida divina que habita en quien le acepta.
Se nos narra en el Evangelio la multiplicación de los panes y de los peces, preludio del anuncio de la institución de la Eucaristía que iba a tener lugar en la última Cena. El Evangelio de hoy nos dice: “Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente”. Encontramos de nuevo a Jesús con la preocupación constante por los hombres en sus necesidades espirituales y corporales, nada de lo humano le es indiferente. Siempre busca el bien de quienes le siguen.
De lo poco y desproporcionado que le pueden ofrecer los que le siguen para resolver las situación saca lo que la remediará, el añade lo que falta y se produce el milagro. Aunque pensemos que no podemos dar nada que valga la pena para solucionar nuestras carencias y las de los demás, si le damos lo que nos pide se producirán cosas portentosas. ¿No relacionamos esto con la gota de agua que representa nuestra ofrenda que mezclada con el vino en el ofertorio, que será consagrado en la Santa Misa para transformar también la existencia de quien participa en este Sacramento admirable?
El pan que Jesús ha multiplicado es puesto en manos de los discípulos para que lo lleven y repartan a los demás. Es una nueva llamada que nos hace el Señor a llevar su vida a las personas que Él mismo nos encomienda. El Pan recibido –con el discernimiento y preparación que requiere para ser reconocido y agradecido- que nos transforma en otros cristos alimentará la fe, la esperanza y la caridad propia y de los demás.
Corpus Christi, hoy celebramos la presencia de Jesús en  las especies sacramentales conservadas en el Sagrario: “Dios está aquí”. Desde el Sagrario nos llama para que le amemos, le hablemos, lo alabemos, le demos gracias…
Hoy podemos preguntarnos como buscamos y tratamos a Jesús en el Sagrario. ¿Es el primer polo de atracción del templo al que nos acercamos? ¿Respetamos la oración a Jesús en el Sagrario de quienes se le han acercado? ¿Llevamos a nuestros familiares, amigos… ante el Señor que les espera?...
Y no dudemos de que además de los ángeles que cortejan a Jesús en el Sagrario, allí nos encontraremos también con la Virgen que siempre le acompaña allá donde está.

Manuel Gordillo Cañas
Párroco de San Roque – Sevilla