El Evangelio del domingo.


El Evangelio del domingo 
Domingo 4º de Cuaresma
Domingo 18 de marzo de 2012

Evangelio según san Juan 3, 14-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: - «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»

Comentario:

“No estéis tristes: la alegría del Señor, es vuestra fortaleza” (Ne 8, 10), nos recuerda la Liturgia de las Horas en este tiempo cuaresmal. Un cristiano mantiene viva la alegría que el Señor contagia, y en esa alegría encuentra la fortaleza necesaria para vivir la fe.

La alegría hunde sus raíces en el ser hijo de Dios que un día se recibió en el Bautismo.

Esta alegría permite saborear las palabras que hoy se nos transmiten en el Evangelio: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.» Quien mantiene la lucha diaria por vivir su vocación a la santidad se sabe seguro de que el Hijo de Dios no permitirá que perezca en el combate y de participar en la vida eterna. Esta vida eterna está incoada en la tierra desde que deseamos y consentimos,  por la gracia de Dios, ser templos y morada del Espíritu Santo.
Mantener la mirada de la fe y del amor fija en el Hijo de Dios elevado en el “árbol de la cruz”, en el “árbol de la vida” garantiza la plenitud de la existencia humana: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna». El que se abraza a la Cruz cada día, se convierte en camino que lleva a Dios. La vocación cristiana lleva al creyente a poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas de su vida diaria, y quienes lo contemplen encentran en esa vida un testimonio del amor a Dios.

Serán muchos quienes se sentirán llamados por la claridad de la luz que difunde la vida de los creyentes, serán todos aquellos que quieran dejar que entre la luz  de Dios en su corazón para que ilumine su vida; quienes no desean esa iluminación negarán incluso la existencia de la luz. « […] todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras», son muchos quienes rechazan vivir en la luz de la libertad que produce la verdad, prefieren vivir en la oscuridad de la mentira.

«En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.» Son quienes viven en la sinceridad, fruto de la humildad, que buscan mantenerse en la luz, para que apareciendo la verdad de la propia vida pueda mantenerse  firme en el camino de conversión que se ofrece de manera privilegiada este tiempo cuaresmal.

San José, maestro de vida interior, a quien celebraremos el próximo día 19 de marzo, nos adentrará –poniéndonos en manos de la Virgen- en este misterio del amor de Dios que llena de sentido el vivir diario del creyente.

Manuel Gordillo Cañas
Párroco de San Roque – Sevilla