El Evangelio del domingo.


Domingo 6º de Pascua
Domingo 13 de mayo de 2012

Evangelio según san Juan 15, 9-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis el Padre en mi nombre os lo dé.
Esto os mando: que os améis unos a otros.»

Comentario:

Este pasaje del Evangelio es la continuación del que se nos entregaba el domingo pasado, el de “la vid y los sarmientos”.
Jesús nos invita a “permanecer en su amor” y nos indica la forma de hacerlo: guardar sus mandamientos, “lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”. Claro que existen los “mandamiento” y que no han perdido su vigencia. Esos “mandamientos” expresan la voluntad de Dios sobre la vida del hombre y señalan el camino que hay recorrer para alcanzar, con la ayuda del Espíritu de Dios, la santidad: meta de la vida del cristiano. Juan Pablo II al señalar lo que Dios espera de los fieles en el milenio que vamos recorriendo explicando el bautismo, se refería a la pregunta: “¿Qué pides a la Iglesia?” y a la respuesta a esa pregunta: “el bautismo”, comentando que esa respuesta equivale a decir: “quiero ser santo”, es decir, vivir el bautismo equivale a comprometerse a ser santo. Esa santidad la vive en cristiano tratando de vivir, en lo grande y en lo pequeño, la voluntad de Dios. “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”, esa debe ser la norma de la vida del bautizado, ahí manifiesta su amor al Señor.
Ese comportamiento va modelando la moral del discípulo de Jesús, el que traduce el seguimiento propio de la vida cristiana. Es claro que el origen de la vida del cristiano está en la elección divina que nos incorpora a su vida por nuestra identificación con él. El cristianismo no es una simple moral, no es tampoco un moralismo, si es, sin embargo, un comportamiento moral de acuerdo con el programa de vida que plantea el Evangelio. Por eso añade Jesús: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” y nosotros tenemos la alegría de poderlo conocer en nuestro corazón para convertirlo en el sentido de nuestra vida.
“No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure”. La vocación cristiana ha partido de Dios: “soy yo quien os he elegido”, esa elección para llegar a su fin necesita nuestra respuesta, nuestras obras de acuerdo con lo que él pide, sin ese comportamiento –esa moral- no es posible la santidad ni la alegría de ser y vivir como hijos de Dios.
Acabamos de leer que el Señor espera frutos: “os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure”. Se trata de los frutos de santidad y de apostolado que el Señor espera de cada bautizado. ¿Están nuestras manos llenas de esos frutos, o nuestra vida es estéril, o no tan llena de los frutos que el Señor viene a buscar?

Manuel Gordillo Cañas
Párroco de San Roque – Sevilla