Todo es poco... para Ella.


Desde muy niño, a la sombra de mi parroquia, viví con intensidad un mes de mayo que era dedicado en rosario vespertino, ejercicio de las flores, romerías y oraciones a Santa María. 
Aprendí y entendí, muy pronto, que el ofrecimiento en primicias de las mejores rosas y el aroma de otras tantas apreciadas especies se quedaba corto para simbolizar el aprecio y el cariño, la devoción y la ternura de todo un pueblo que se postraba ante la figura de La Virgen en el Misterio de su Asunción que es mi parroquia natal y en la cual un día Dios me hizo sacerdote. 
Lo cierto es que, aunque el mes de mayo de ahora, ya no sea tan populoso como los de entonces, o que algunos pastoralistas nos indiquen que el Adviento es el tiempo mariano por excelencia, María sigue sonando a primavera recién estrenada, a rosales que pregonan su belleza, a azucenas que vitorean su pureza o a campos que narran en millones de violetas su humildad, sencillez y pobreza. 
Nosotros, en este mes de mayo, cantamos y rezamos, vociferamos y manifestamos , ante todo y sobre todo, que Ella es la Madre del mismo Dios y que nos hace revivir con agradecimiento el regalo de la Pascua. 
Todas las flores cuentan con un lenguaje propio, y con cada una de ellas podemos transmitir un mensaje diferente. 
Desde la antigüedad, las flores han sido una noble vía para dar a conocer y hacer ver sentimientos. Esa tradición, que tiene sus orígenes en Oriente, se ha transmitido de generación en generación y de cultura en cultura, pasando por el Antiguo Egipto, la Edad Media, el Renacimiento, hasta llegar al Romanticismo, época ésta en que tuvo su máximo apogeo. 
He querido, para este mes de mayo, elaborar un trabajo sencillo pero práctico (que me ha resultado costoso y gratificante a la vez) y que os lo presento teniendo siempre como telón y fondo la alegría de la Pascua del Resucitado y la proximidad de Pentecostés. 
Son, treinta más uno, los días del mes de mayo con una flor distinta para sus veinticuatro horas y con un lenguaje con diferente pensamiento para cada jornada. Al final de una pequeña reflexión se indica una “intención” o “petición” para que la Madre la presente en carta personal y firmada en nombre de sus hijos e hijas ante el mismo Dios. 
Cuando tejía este complicado trabajo y observaba la riqueza y el colorido, las circunstancias y los entresijos del mundo de las flores.....pensaba en la pluralidad, en la diversidad de tantos de nosotros y cómo , más allá de las pequeñas diferencias, somos capaces de presentarnos ante la Virgen con una oración (Ave María) para decirle que por encima de todo somos hermanos y que le confiamos avatares y luchas, éxitos y fracasos, salud y sufrimientos, fe y dudas, esperanzas y tropiezos, iglesia, sacerdotes, laicos, religiosos/as, presente y futuro. 
Son, treinta y una, las flores y plantas que os regalo como ayuda para vuestra oración, reflexión personal o comunitaria. Podrían haber sido, os lo digo sinceramente, muchas más. ¡No os podéis ni imaginar el montón de ellas que llamaban a mi puerta deseando entrar para participar de esta ofrenda a la Virgen en el mes de mayo!. 
Espero que os sirva esta iniciativa. 

Con la autorización de
Javier Leoz 
Párroco de San Juan Evangelista de Peralta (Navarra)